Hace algunos días leía “El Banquete” de Platón en él se diserta el amor en la antigua Grecia, y en el cual se plantea en una de las ideas de que somos seres incompletos, que en la antigüedad existían seres redondos con dos rostros, cuatro piernas y cuatro brazos, que eran seres felices, fuertes y seguros de sí mismos, que podrían incluso alcanzar el cielo, por lo cual Zeus decidió cortarlos a la mitad, para quitarles la fuerza, la seguridad, entonces, giro sus rostros y otras partes de su cuerpo quedando un ser como nos vemos hoy, se narra que estos seres divididos se sintieron incompletos que buscaban con ansia a la mitad que les fue arrancada y solo se sentían felices cuando la encontraban y se abrazaban a ella volviendo a su origen. Este discurso narrado por Aristófanes da pie a lo que hoy se relaciona con almas gemelas o la clásica media naranja y aunque sabes que ese razonamiento para mí es totalmente absurdo y no concuerdo con la idea de manera total, si da nota de cómo desde entonces se contemplaba la relación en pareja como un complemento, un fin en sí. Sin embargo debo decir que coincido más con Sócrates o se podría decir que con Diotima, que concluyen según mi interpretación que el amor es la búsqueda de la inmortalidad, que amas lo que no te pertenece, lo que no tienes, lo que te hace falta, que empiezas amando un cuerpo y continuas para amar la esencia de la una persona, las ideas, en busca de la belleza per se.
Definitivamente no pienso ni siento que hay una persona destinada para amar, ni mucho menos un alma gemela u otra mitad esperando por mí, considero que no soy un ser incompleto, aunque he de decir que si me considero fragmentado y no por la decisión de Zeus o algún otro dios antiguo o moderno, sino por la vida misma, por amar apasionadamente, por entregarte parte de mí.
Me fui fragmentando desde nuestro primer beso, escondidos a media calle en tu auto, cuando supe que quería seguir sintiendo eso que provocaste en mí, tus labios, tu saliva, tu sabor. Continuo con cada conversación, con cada risa, con lo que nos compartimos y nos conocimos, con aquella noche que un poco embriagado y como extasiado te marque para decirte Te Amo por primera vez, in vino veritas, haciendo caso omiso a la lógica y a la razón, fue más profundo, cuando te tuve en mis brazos desnuda por primera vez, cuando tus uñas rasgaron mi espalda, cuando me diste de ti y yo te di de mí, cuando vi y sentí tu placer. Y así continuo con el tiempo, aun cuando nos separamos por varios meses, cuando me hacías falta y manejaba horas para poder pasar unos minutos a tu lado, cuando tomaste mi mano y recorriste conmigo la ciudad cuando lo necesitaba, en cada momento compartido, en cada palabra dicha, en cada pensamiento y en cada deseo, cuando se terminó y salí de ese cuarto a media luz una mañana para intentar, huyendo de mi disociación interna, de mis sentimientos, de mis emociones, dejar de sentirme roto por dentro.
Y no es ningún reclamo hacia ti, no podría siquiera pensarlo así, solo entendí que esa parte de mí te pertenece, ayer, hoy y seguramente en el futuro, es tuya por lo que sentí, por lo que viví por ti, sé que estarás conmigo, al menos en mis memorias, en mis adentros, que tu vida en la mía dejo huella a su paso, me hizo conocer lo bello, calo hondo, me permitió amar y sentirme amado de una forma especial. Y no es que te necesite para que me complementes, sino que formas parte importante de mí, del que soy ahora.
Y como te conocí, comprendo que tal vez para ti sea poca cosa, porque estamos mayormente condicionados a la totalidad, a la posesión exclusiva, a la dicotomía de tener y no tener que no permite ver lo hermoso entre los extremos. Porque nunca me perteneciste, nunca fui totalmente tuyo, sin embargo en mi libertad te dé mi amor, mi tiempo, mi deseo y mi pensamiento, si esperar a cambio nada más que tu genuino interés y lo mismo sentí de ti, sin un compromiso o un plan a futuro y en esa misma libertad tu esencia quedo dentro de mí, me rompió, me dolió y me hizo crecer.
Así, fragmentado, encuentro la belleza en lo vivido, lo hermoso en lo sentido, la inmortalidad en la memoria, en el amor que sentí recibir y que ofrecí con mi ser, con mi esencia.
Julio Cesar
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